El acueducto de la Hidalga, situado en la actual carretera de Ronda – El Burgo fue una importante obra para el abastecimiento de las fuentes de la ciudad de Ronda en los siglos XVIII y XIX.
Desde el siglo XVI existió la preocupación por conducir el agua a la ciudad. A partir de 1785, llevó a cabo la terminación de su famoso Puente Nuevo sobre el tajo del Guadalevín. Su construcción favoreció la instalacción de una cañería para el aprovisionamiento de agua de la que tanto carecía Ronda. Para ello se llevó a cabo la traída de aguas de los yacimiento de Coca y de La Hidalga.
El Vizconde de las Torres de Luzón, se hizo cargo de las gestiones pasra la construcción del nuevo acueducto que se inciia el 25 de mayo de 1789. Fue financiado con cargo al mismo presupuesto del autorizado para la construcción del Puente y las mismas concluyen el 1 de enero de 1798, tras varias fases y paralizaciones por falta de recursos. Sus conducciones llevaron agua de la Hidalga y Coca, a las que se le unió también el manantial de la Toma , hasta la fuente de los Ocho Caños o de Santa Cecilia, el Portichuelo y diversas fuentes que se construyeron en el Mercadillo, a través del Puente Nuevo.
Siempre ha sido una obra castigada pues a la vez que se iba construyendo el arquitecto informaba que en algunas zonas los agricultores cortaban las cañerías para robar el agua, con el daño tan grande que esto suponía para el conjunto de la obra. En el siglo XIX, tras la guerra de la Independencia, hubo diferentes proyectos de Cirilo Salinas o de José Trigueros que no se llegaron a ejecutar y hoy el acueducto de la Hidalga es una ruina.
La Guerra de la Independencia dejó a la ciudad en un estado lamentable cuando los franceses abandonaron la ciudad, dejaron en muy mal estado los acueductos y cañerías que abastecían a Ronda, tanto la de Hidalga y de Coca, que surtían al Mercadillo, como la Fuente de la Arena, que daba agua al barrio de San Francisco. A su terminación hubo diferentes proyectos de Cirilo Salinas o de José Trigueros que no se llegaron a ejecutar y hoy el acueducto de la Hidalga es una ruina.
Su fábrica de ladrillo y mampostería de piedra local con mortero se yergue en medio del campo en diferentes segmentos, unos se han caído por el paso del tiempo, otros han sido cortados por necesidad de otras obras como el ferrocarril. De esta necesaria y grandiosa obra ya sólo queda la historia a través de los documentos y estudios, y la memoria a través de sus ruinas.
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